Cinco poemas de Pita Amor más fuertes que el odio


Una de las primeras sensaciones que producen los poemas de Pita Amor es la fuerza. Todo parece destinado a mover montañas. Cada palabra es poderosa hasta el hartazgo.
Luego viene el análisis: esta fuerza tiene sentido… Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein fue una poeta, escritora y oradora mexicana que marcó más de una época. A continuación cinco de sus poemas para que más o menos vea por qué.
Me doctoré en masoquismos
Me doctoré en masoquismos
también en jurisprudencia
me doctoré en la alta ciencia
de fabricar silogismos
y de inventar espejismos
Me doctoré en la vehemencia
de saber que la conciencia
solo acelera los ismos
Me doctoré en teología
también en melancolía
Me doctoré en letras muertas
también en ciencias inciertas
Me doctoré en el amor
lo practiqué en Do Mayor
Voy narrarte
Voy a narrarte Juan de Dios amado
lo que acontece por mi cuerpo oscuro
y por mi corazón tan inseguro,
igual que un llano abierto y desolado
Voy a contarte Juan lo que he pecado
lo que he pecado viendo contra el muro
de mi pecado criminal y duro,
voy a hablarte don Juan enamorado
Voy a contarte cómo yo en la sombra
apuñalé mi rostro en el espejo
y huí al laberinto del olvido
donde nada perturba ya ni asombra,
donde la luz no deja ni un reflejo
y la sábana blanca no hace ruido
Mis ojos se están volviendo
Mis ojos se están volviendo
cavernas de polvo oscuro;
sus cuencas marcan un duro
trayecto, que va existiendo
entre el ser que está viviendo
y el polvo fiel que desliza
su arcana fuerza plomiza
con crueldad nunca saciada.
¿Por qué si el polvo es la nada,
en mi vista se eterniza?
Testimonio
En estas líneas que con tinta escribo
te lego Juan de Dios mi testamento,
quede de testimonio documento
la palabra transcrita que transcribo
En estas letras dadas al olvido
infinitas, igual que el firmamento,
dejo mi signo, mi señal, mi acento
y te digo don Juan lo que he vivido
Y te digo don Juan cómo yo he muerto
Lego mis asombrosos abalorios
a la sombra del ávido desierto
y a la misa final de mis velorios
Y mi sangre la dejo al llano abierto
y mi gloria a los cielos transitorios
La diosa
Shakespeare me llamó genial
Lope de Vega, infinita
Calderón, bruja maldita
y Fray Luis la episcopal
Quevedo, grande inmortal
y Góngora la contrita
sor Juana, monja inaudita
y Bécquer la mayoral
Rubén Darío, la hemorragia;
la hechicera de la magia
Machado, la alucinante
Villaurrutia, enajenante
García Lorca, la grandiosa
y yo me llamé la Diosa