Así me cambió la vida cuando me operé los senos


Patricia Smith reconoce que sus tetas le permitieron recorrer el mundo y hacer dinero, pero también la llenaron de una frivolidad que hoy espera superar. Como en todo sus textos, le exprime hermosura a los hechos más simples y hasta patéticos.
Su relato
Yo tenía un amigo que siempre me iba a buscar a mi casa para irnos juntos a la universidad en primer semestre de Derecho. Todo el tiempo me contaba historias asombrosas que había leído y me hablaba sobre sus aspiraciones de convertirse en juez para comenzar a cambiar la injusta justicia de este país.
Cada mañana en el autobús era una auténtica maravilla llena de sueños y emociones. Creo que yo le gustaba, pero nunca se atrevió a decirme nada. En cambio sí me acompañaba a todas partes: a comprar ropa al centro de la ciudad, a hacer mercado, a hacerme los exámenes para mi inminente operación estética… y creo que a partir de ese momento todo cambió. Quedé tan rica con mis tetas nuevas, tan llamativa, que otros muchachos menos interesantes pero con más capacidad de movilización comenzaron a invitarme a salir. Y yo aceptaba, claro.
Gracias a mis tetas conocí Morrocoy, Los Roques, Roraima, Bogotá, San Andrés, Cancún, Miami, París, Egipto… Yo sé que fue gracias a esa operación, porque desde entonces y solo desde entonces comencé a salir con novios cada vez más guapos y adinerados.
Claro que yo también tuve mis méritos, aproveché esto de ser un caramelo andante para hacer negocios con hombres babosos; negocios serios: mira, vamos a montar una línea de mototaxis; mira, hagamos una licorería; disculpe, señor fulano, qué le parece si me nombra la gerente de ventas de su cadena de restaurantes… Logré independencia, fui a muchas fiestas, tuve mucho sexo, recibí muchos regalos… y al final de cada bendito día tuve un enorme vacío en el pecho.
Así se me fue buena parte de la vida y ahora que tengo apenas 32 años, y que tengo unas prótesis más pequeñas porque aquellas eran muy grandes y ya se habían puesto flojitas, he vuelto a recordar a mi amigo, a aquel que dejó de acompañarme porque después de las tetas siempre me iban a buscar mis novios de turno. Lo encontré en Facebook luego de grandes esfuerzos para recordar su nombre y resulta que evidentemente todavía no es juez; pero si no se dio por vencido entre tanta corrupción, tal vez llegue a serlo.
Parece que es soltero, aunque tiene un hijo pequeño. Si pudiera volver en el tiempo nunca habría dejado de caminar con él a la parada de los autobuses, porque, viendo todo en perspectiva, sus historias eran mucho más interesantes que los viajes por todo el mundo con aquellos imbéciles que usé y que me usaron.
Ojalá un día se arme de valor y me escriba un mensaje por Facebook invitándome a salir. Ya yo di el primer paso de buscarlo y hacerle una solicitud de amistad. Llevo tanto tiempo con este vacío en el pecho que he pensado mucho en él. Por haberlo desechado a cambio de una vida frívola me impondré el castigo de no escribirle. Pero un mensaje suyo sería el inicio de una pequeña redención.